Autora: Amiga súper anonimatrón
Me gustó, por eso te lo robé. Pero más que gustar, eres tú, soy yo.
Me gustó, por eso te lo robé. Pero más que gustar, eres tú, soy yo.
Si conversara sobre las
primeras veces que creí sentir tal cosa, hablaría sobre amores infantiles y de
lo que hacía en pre-kinder con el niño que me gustaba y de quien aún recuerdo
el nombre. Javier. Pero tenía cinco años (y él cuatro), y de ahí en adelante no
supe mucho sobre ese tipo de sentimientos, por mucho que me rodeara de personas
que sí lo hacían.
Tuve amores como
muchos. No correspondidos, unos que sí lo fueron pero que luego de poco me
aburrieron, otros que preferí dejar como
algo más bien distante, algo bonito que quedara perfecto en mi memoria. Y aprendí (o simplemente terminé por darme
cuenta) que dentro de todos los posibles amores que hay alrededor, hallaba más “magia”
en los platónicos.
Cuando una se emociona
porque quien le gusta le habla, o le mira, o simplemente está de pie a unos
metros. Esa sonrisa tonta que se pega durante todo el
día por unos mínimos gestos hacia su persona, esa cosa tan idiota pero bonita
que da cuando te gusta alguien aunque no puedas estar seguro de que te
corresponderá bajo ninguna circunstancia.
Pienso que (y siento,
además) cuando ya todo el asunto del hola, me gustas y hola, tú también se
vuelve algo más bien palpable, más real, ya no es amor hacia la persona, sino a
la relación que le sigue a todo el asunto de la declaración.
Está ahí, lo tienes, no
tienes que sufrir porque puede que no sienta lo mismo o porque no te miró.
Sabes que te quiere de la misma manera, y de repente todo es tan normal que
aburre. Ya no existe ni esa emoción, ni el miedo, ni esas ganas de declararte o
de seguirle y de hacer cualquier estupidez para que te note o hacerle saber lo
que sientes.
Supongo que sigue un
poco el dicho que corre de que a las mujeres nos gusta justo quien nos ignora.
Y se entiende, la verdad. Por mi parte yo lo busco así (sí, buscar, como
examinar entre todos los más imposibles del colegio y elegir uno para acosar),
porque es entretenido.
Así que, primer amor no
tuve. No uno, sino varios. Los más imposibles, mijitos ricos, inteligentes, y
aunque varios ni siquiera me miraron yo seguía buscándolos porque ¡hey!, se
supone que las cosas simples son las más aburridas.