Típico

- Te necesito - dijo el hombre mientras le acercaba la boca al oído. En otro tiempo, media vida antes, su corazón parecía dar un salto ante tal declaración. Ahora, sabía más. Su corazón no era ningún acróbata; no había ningún hormigueo en las espirales de su abdomen. Solo el funcionamiento constante de su cuerpo. Respiraba, circulaba sangre, trituraba y purgaba la comida. Al pensar así en su anatomía, no corrompida por el romanticismo (como una simple colección de imperativos naturales alojados entre músculos y huesos) a la joven le resultó más fácil dejar que su marido le quitara la blusa y apoyara el rostro en sus pechos. Sus terminaciones nerviosas respondieron sumisas a la lengua masculina, pero de nuevo, no era más que una lección de anatomía. Ella se retiró a la cúpula de su cráneo y permaneció indiferente.
Su marido se estaba desabrochando; la joven vio la jactanciosa ciruela cuando él le acarició el muslo con ella. El hombre le abría las piernas y le bajaba la ropa interior, lo justo para conseguir acceso. La joven no puso objeciones, ni siquiera emitió un sonido cuando él entró en ella.
El alboroto masculino empezó casi de inmediato, débiles afirmaciones de amor y lujuria desesperadas enredadas entre sí. La joven lo escuchó a medias y le dejó ir a lo suyo, con el rostro enterrado en su pelo.