De los asuntos importantes hacen un juego; y del juego un asunto importante. Querrían ser artesanos y maestros de la ciencia y héroes a la vez; y para ellos las mujeres son como el fuego del hogar cuyo cuidado incumbe a otros, hasta que regresan por la noche hartos de juegos. Todo se ha hecho para servirlos: las montañas para minas, los ríos para sacar agua o para hacer girar unas ruedas, los árboles para la madera, las mujeres para las necesidades corporales, y si son bellas para adorno de la mesa o el hogar; y los niños para bromear con ellos cuando no hay otra cosa que hacer…Pero lo mismo les daría jugar con una camada de perros. Con todos se muestran amables y bondadosos, alegres como la alondra en la mañana (si brilla el sol) porque nunca se enfadan si pueden evitarlo. Los hombres tienen que ser alegres, afirman, generosos como los ricos, repartiendo lo que les sobra. El enojo sólo aparece cuando advierten de pronto, que hay otras voluntades en el mundo además de las de ellos. Entonces se vuelven tan despiadados como los vientos de los mares si algo se atreve a oponérseles.